Cuando miramos a nuestro hijo y volvemos la vista atrás, nos damos cuenta de todo el tiempo que hemos andado perdidos, sin saber qué hacer para ayudarlo. Y es entonces cuando con la experiencia que te ha dado el proceso, eres capaz de ayudar a otras personas con tu propia historia ¿hay algo más gratificante?
Al inicio no te das cuenta de que existe un problema. Tienes un niño sano, normal en su conducta, fácil de llevar, obediente, muy ordenado, pulcro, prudente, de carácter afable y encantador… con problemas para dormir y comer, y algunas carencias que eran atribuidas por los profesores a una inmadurez normal y de la que no había por qué preocuparse.
A los 5 años, con mucho esfuerzo y trabajo obtenía resultados inferiores al resto de sus compañeros. Confundía y giraba letras y números (ahora sé que eso es conocido como lateralidad cruzada), evitaba la lectura, y cuando lo hacía era lenta, sin ritmo, saltándose líneas y raramente era capaz de responder una pregunta relacionada con lo que acababa de leer, simplemente no recordaba nada.
Su escritura también era muy complicada, era incapaz de separar palabras, frases,… y no sabía utilizar el espacio del papel al dibujar, su visión partía en trocitos lo que cualquier otro niño veía en una figura sola, lo que dificultaba su capacidad de comunicación.
Después de dos años de visitas a logopedas sin resultados positivos, y gracias a una amiga decidimos probar otras alternativas no tan oficiales que aparentemente mostraban resultados exitosos, pese a que por desconocimiento nos cuestionamos en más una ocasión, si estábamos tirando el dinero, o si no era contraproducente cargar a nuestro hijo con más trabajo, o si realmente íbamos a encontrar alguna solución a nuestro desánimo y el de nuestro hijo.
Porque con todos estos problemas su actitud era de desinterés ante cualquier actividad de pintar, escribir o leer… ¿qué hace un niño de esa edad en el colegio si no es pintar, leer y escribir día tras día? Imagino que para él debía ser fustrante y agotador, más aún sin saber explicar qué le pasaba, porque él nunca había conocido otra forma de ver o hacer.
Cuando le hicieron la evaluación de desarrollo motor y nos explicaron qué resultados podíamos obtener, la confianza le ganó la partida a los miedos y en estos casos sigues adelante sin cuestionarte nada más.
Es básico el tener confianza plena en el especialista, en tu hijo y en uno mismo para llevar a cabo el esfuerzo. Hay que buscar hasta encontrarlo porque entonces el éxito está asegurado.
Ese mismo verano, tras una intensa terapia diaria, observamos que empezaba a hacer cosas que no había hecho nunca, como ir en bici sin ruedas de apoyo, tirarse a una piscina en la parte honda, columpiarse con fuerza, utilizar un tobogán, y que todo eso lo hace sin miedo, y empieza a sonreír con más frecuencia y a hacer alguna cosa inesperada propia de un niño de 7 años. En resumen, empieza a vivir como nunca antes lo había hecho .
Luego llegó otra etapa, la terapia visual, que también exige trabajo, esfuerzo y dedicación. Que también puede ser larga pero gratificante cuando empiezas a ver los resultados.Porque lo llevas al oftalmólogo que te asegura que el niño ve perfectamente, pero lo que no sabes es que no sabe procesar e interpretar lo que está viendo, y que eso es básico para todo su desarrollo intelectual pero también emocional.
Una vez empiezas a trabajar, los cambios no se ven de un día para otro, no hay un calendario que puedes seguir como orientación. Semana tras semana cambian los ejercicios, cosas sencillas que aparentemente no parece que tengan que ser la causa de grandes progresos, pero sorprendentemente un día te das cuenta que ya no se salta las líneas, que ya no invierte las sílabas o los números, que su comprensión lectora ha mejorado, y que el niño va perdiendo el miedo a abrir un libro y empieza a disfrutar con las historias que en ellos se cuentan.
Luego trabajas con juegos, en los que tú también participas y te das cuenta de la agilidad alcanzada, en algunos casos superior a la tuya, y paralelamente su autoestima crece, su seguridad aumenta y su esfuerzo ya no es tan grande para conseguir un mejor resultado.
Y cuando ya no hay lloros para hacer las tareas de clase y no se siente inferior a los demás, tú como madre sientes una felicidad absoluta de que había hecho lo correcto y lo mejor para tu hijo.
Ahora está en 4º de primaria y le resulta todo más fácil que cuando estaba en infantil, ojala hubiéramos empezado antes.
Sé que hay mucha gente que duda, mi marido es uno de ellos, pero tras nuestras experiencias él es el primero en recomendar a todos los especialistas que han hecho posible en nuestra casa seamos todos bastante más felices, en especial nuestro pequeño.
Gracias por todo.